Las emociones son nuestra primera vía de comunicación cuando venimos al mundo. Antes de aprender a hablar, nos relacionamos con nuestras emociones en el entorno.
Vamos a hablar del miedo y de la ira que son emociones primarias que no se procesan y son activadas directamente por nuestra amígdala sin pasar por el córtex cerebral. Esto hace que sean mecanismos automáticos e inconscientes que se disparan ante situaciones que nuestro organismo interpreta como alarma.
Esas 2 emociones primarias, nos acompañan desde siempre: venimos al mundo llorando y nos calmamos cuando estamos cerca de nuestra madre, al oir su latido del corazón que nos es familiar. A lo largo de nuestro desarrollo como personas, vamos a ir relacionando momentos displacenteros con ese miedo y esa ira, cuya función es la de activar el sistema nervioso simpático de alerta y alarma ante algo que no nos gusta o que puede ser peligroso. Estas imágenes y asociaciones se van grabando en nuestro inconsciente y se van almacenando ahí de manera que cuando alguna situación/persona/comportamiento a lo largo de nuestra vida tiene algo en común con aquella original que puso en funcionamiento ese miedo o esa ira, automáticamente nuestra amígdala envía la señal de alarma al sistema nervioso simpático y éste empieza a liberar las hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina, para estar preparados para la acción en cualquier momento. Esto pertenece a nuestro sistema reptiliano, a nuestro sistema más primitivo de supervivencia en el medio. Nuestro sistema primitivo reptiliano, no distingue entre el miedo a un ataque físico por un depredador o entre un miedo irracional que sintamos: Para él, es exactamente lo mismo y se disparan los mismos mecanismos de alerta y las mismas sustancias del estrés.
Esto está fenomenal en determinados momentos, ya que mantenernos en alerta nos hace estar más despiertos y esa ira la podemos usar como motor o impulso para hacer las cosas con determinación, el problema viene cuando lo convertimos en una costumbre y mantenemos a nuestro organismo constantemente con esa cantidad de hormonas del estrés intoxicando constantemente nuestro torrente sanguíneo, manteniendo a nuestro sistema constantemente en alerta.
¿Qué ocurre entonces? Que no descansamos, estar en alerta siempre, consume mucha energía y si ponemos toda nuestra energía ahí, no tendremos fuerzas para dedicarnos a otras cosas que nos hacen sentir mejor y muchas veces recurrimos a pastillas, cuando la respuesta y la solución están en nosotros mismos. En las sesiones de hipnosis y de terapia craneosacral o de Hipnocraneosacral ya que muchas veces en una sesión se trabaja con ambas, trabajamos con hábitos, comportamientos y emociones que se han quedado estancados, atrapados y es necesario acompañar el proceso para trascenderlo.
Algunos tips que puedes hacer tú y que si eres constante, vas a notar cambios duraderos en tí:
- El miedo y la ira, no se van a ir: acéptalo y conviértelos en combustible y determinación. Como decía Einstein la energía no se destruye, solo se transforma. Así que usa ese miedo como trampolín de crecimiento y esa ira como determinación para conseguirlo.
- Entiende que estas emociones son útiles en algunos momentos. Cuando ya no lo sean porque se han convertido en un hábito: Míralo, sé consciente, date cuenta y poniéndole atención, cada vez vas a identificar mejor los síntomas previos. Al hacerlos conscientes, empiezas a ser capaz de manejarlos y poder utilizarlos a tu favor en las situaciones que quieres resolver.
- Lleva tu atención a la respiración, respira conscientemente observando y centrando tu atención en la respiración. Hazlo durante al menos durante 5 minutos.
- Permite que tu miedo o tu ira se expanda por tu cuerpo y acógelo con cariño, porque es una parte de tí que rechazas. Cuanto más rechazas algo de tí, más grande se va a hacer. Justo cuando lo aceptas y lo acoges, es cuando se empieza a transformar y convertirse en su opuesto.
¡¡Atrévete, sé que es difícil, pero verás lo bien que te vas a sentir después!!!
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